En una semana visité Atenas, Cabo Sounio (Templo de Poseidón) y Mikonos.
Mi primer viaje en avión.
Tengo el recuerdo de una Atenas "viejuna", con el antiguo y laberíntico barrio de la Plaka en el centro histórico de la ciudad, y que quizás fue la zona más atractiva y colorida, casi al pie de la Acrópolis. Creo que fue lo más pintoresco que ví, con muchos restaurantes y tabernas.
Rodeada de colinas y con un tráfico infernal, Atenas -por lo que ví- no me pareció una ciudad especialmente bonita a excepción de la Plaka y la Acrópolis, tan impactante y espectacular como desvencijada, con templos y estatuas muy mal conservadas, si bien no olvidemos que hablamos del 510 AC....
Bebimos mucho ouzo (anís griego), y comimos mucha comida rápida (presupuesto mandaba entonces), sobre todo el gyros que era un delicioso sándwich con verdura y carne marinada en láminas, dentro de un pan de pita. Vamos, igual que el shawarma árabe o los tacos mexicanos!.
El Templo de Poseidón, a 65 km de Atenas, y del siglo V aC., sí resulto ser un regalo de los dioses, con una puesta de sol acongojante y emocionante frente al mar Egeo. Hoy en día hubiese disparado 15 fotos. Entonces, con cámara analógica no fue posible...
Desde el puerto de El Pireo, tomamos un barco enorme que hacía una ruta por islas del mar Egeo y nos dejó 3 días en Mikonos. No nos hizo buen tiempo, alquilamos un buggie, pese a lo pequeña que era la isla, para visitar algunas playas perdidas.
El pueblo era precioso y tenía mucho encanto, con un pelícano suelto entre las calles, y que "posaba" para las fotos, increíble. En las discotecas (con algo de "ambiente"), los camareros venían a servirte a la misma pista. Era muy novedoso.
Volvimos bailando sirtaki.