Proximamente visitaré Eritrea.
Eritrea es el tipo de país del que la mayoría de la gente nunca ha oído hablar, y mucho menos sabría ponerlo en un mapa. Completamente ajena a la lógica del turismo de masas, Eritrea es un desafío apasionante para quienes nos atraen los destinos inexplorados. Y más aún para quienes nos encanta la geopolítica y sus efectos en las sociedades.
Por su estrecha cercanía a Etiopía (mi 2º mejor destino visitado) y por lo dramático y complejo de su situación social, económica y de libertades, creo que este viaje me va a entusiasmar porque es casi como una prolongación étnico-cultural de Etiopía... solo que con aún menos turismo.
Podría ser una mezcla casi perfecta entre África y algunos países árabes. Se suele decir que allí el tiempo parece haberse detenido. Durante todo el período de colonización, los italianos impregnaron el país tanto arquitectónicamente como culturalmente. El país es precioso, muy tranquilo, súper amigable y tiene mucho que ofrecer. También es muy seguro para el viajero. Mucho.
Pero es el país más hermético de África, muy pobre y con un gobierno dictatorial muy represivo que no respeta muchos Derechos Humanos, aunque según dicen se respira tranquilidad, relajación y apenas ves policía. Pero realmente, cuando se visita este tipo de países, uno no se hace amigo de sus gobernantes. Pese a esta reflexión, actualmente solo tengo vetado a Afganistán… y no es precisamente por un problema de seguridad.
Es uno de los Estados más “jóvenes”: la declaración de Independencia en 1993 puso fin a una lucha de 32 años entre Eritrea y Etiopía pero en 1998-2000 tuvo lugar un conflicto fronterizo que se intensificó hasta una guerra a gran escala.
Tiene una posición geopolítica estratégica en una ruta marítima muy transitada, pero con las guerras su infraestructura se vio muy gravemente dañada y el contexto actual es de gran pobreza: 2/3 de su población recibe ayuda alimentaria y su progreso económico está obstaculizado porque muchos eritreos están en el ejército más que en la fuerza laboral del país.
Mi aventura comenzará en Asmara, una de las capitales más altas del mundo (a 2.235m) y una especie de “pequeña Italia” con un cierto toque “vintage”, con amplias avenidas y edificios de la primera mitad del S. XX, de evidente estilo italiano. Hoteles, cines y teatros hacen de esta ciudad un enclave único en África. La ruta continuará por lugares como el mercado de camellos de Keren, que es como una pequeña Arabia en miniatura, hasta las aguas del Mar Rojo de Massawa, donde descubriré la tribu Rashaida.
Contaré todo a mi regreso.
