Nuestra estancia en El Nido puede clasificarse de fabulosa, y se nos han quedado grabados en la mente los islotes y las playas espectaculares de este precioso archipiélago.
Filipinas no es el país de los olores gastronómicos, las especias,… (la comida es regularcilla), tampoco el país de la calidez humana (son respetuosos con el escaso turista y, salvo casos aislados, no entablan mucha relación).
Actualmente no es tampoco un país muy visitado (apenas hemos visto turistas salvo en el último hotel en El Nido). Y no resulta fácil moverse (son unas 7.500 islas), tienes que combinar aviones y avionetas, barcos y coches por malas carreteras.
Filipinas no es el país de los olores gastronómicos, las especias,… (la comida es regularcilla), tampoco el país de la calidez humana (son respetuosos con el escaso turista y, salvo casos aislados, no entablan mucha relación).
Actualmente no es tampoco un país muy visitado (apenas hemos visto turistas salvo en el último hotel en El Nido). Y no resulta fácil moverse (son unas 7.500 islas), tienes que combinar aviones y avionetas, barcos y coches por malas carreteras.
Además, está LEJÍSIMOS… pero es un lugar impresionante... y verás qué pasada!
Llegamos a Manila con Emirates, vía Dubai, y tras hacer la primera noche en un hotel (el mismo que usaríamos luego en nuestra última noche en Filipinas) muy conveniente (cerca del aeropuerto y a escasa distancia del SM Mall of Asia, uno de los mayores centros comerciales de Asia), al día siguiente tomamos un avión a la remota isla de Busuanga, en cuyo aeropuerto nos estaban esperando para llevarnos en coche (45 min.) a un embarcadero para tomar una “banca” al Hotel Sangat Nature Resort (http://www.sangat.com.ph/) en la isla del mismo nombre.
El acercamiento a la isla (45 min.), bastante apartada, me dió la primera sensación de habernos ido ya MUY lejos, a una especie de punto de no retorno. Esto suele pasar en algunos viajes.
El paisaje era muy virgen y natural; resultaba caprichoso: con islas montañosas, muy verdes y un mar azul sin olas. La estancia (estábamos solos en el hotel) resultó maravillosa en dos cabañas de madera a pocos metros del agua y delante de una selva llena de monos aulladores.
Buceamos sobre uno de los 7 barcos japoneses hundidos (el mismo día!) por la aviación americana en la Segunda Guerra Mundial, también en jardines de corales y unas sorprendentes “hot springs”, un pozo natural a 40 grados abierto al mar al que se accedía nadando por una especie de túnel entre unos manglares. Para quitar el hipo mientras nos acercábamos nadando y notando el agua cada vez más caliente….
Nos llovió todos los días por la tarde, lo cual deslucía un poco el entorno de una isla paradisíaca, por cierto muy enfocada al buceo profesional. El wi-fi gratis en la cabaña del restaurante, el Ipod y algo de lectura hacía más amenas las fortísimas chaparradas. Había mosquitos pero nada fuera de lo normal. Una tarde sacamos uno de los sobres de jamón que llevamos y les ofrecimos al dueño y personal del hotel. Fliparon en colores. Los amaneceres, de película.
Tras tres noches en este rincón perdido, volamos (1 hora) a Puerto Princesa, “capital” de la isla de Palawan, con forma de barra de pan.
Nos estaban esperando (taxi reservado) y nos llevaron a Port Barton (4 horas) en un 4x4, tras parar en el camino en un centro comercial con un buen supermercado en el que aprovechamos a comprar algo de comida. Al llegar algo más tarde de lo previsto (el tramo final de la carretera fue un desastre), la “banca” prevista no pudo llevarnos a la isla del hotel Secret Paradise (http://secretparadiseresort.com/accommodation/) por una inesperada tormenta que –en un pequeño tramo en alta mar por el que había que pasar- estaba elevando las olas “por encima de lo deseable”.
Aceptamos de buen grado jaja quedarnos a dormir en Port Barton en unos cottages (cabañas) regentados por el mismo tipo que nos había ido a buscar en coche, un simpático ebanista que tres días más tarde nos llevaría (4 horas) en su 4x4 –por su cuenta y no por la del hotel, lo cual nos ahorró mucho dinero- a El Nido, en el norte de Palawan, nuestro último y deseado destino. Al dia siguiente a las 7 de la mañana, salimos ya de Port Barton (un simpático pueblo de pescadores) hacia el Secret Paradise (donde también estuvimos "solos"), en Turtle Bay.
Aceptamos de buen grado jaja quedarnos a dormir en Port Barton en unos cottages (cabañas) regentados por el mismo tipo que nos había ido a buscar en coche, un simpático ebanista que tres días más tarde nos llevaría (4 horas) en su 4x4 –por su cuenta y no por la del hotel, lo cual nos ahorró mucho dinero- a El Nido, en el norte de Palawan, nuestro último y deseado destino. Al dia siguiente a las 7 de la mañana, salimos ya de Port Barton (un simpático pueblo de pescadores) hacia el Secret Paradise (donde también estuvimos "solos"), en Turtle Bay.
Una hora de “banca”. Habíamos reservado la cabaña más grande que tenían y la estancia fue muy amena, las vistas de la bahía desde el porche eran espectaculares, el entorno era increíble…bebimos el ron Seven Tiki que llevamos e hicimos excursiones a otros lugares, con un snorkel excelente. Jugamos al billar y entablamos cierta amistad con el staff (que nos quitaban 7-8 años de edad jaja), En la playa desovan cientos de tortugas pero no era época y no vimos ninguna…aunque sí algunos nidos protegidos por vallas.
Tras tres días, regresamos a Port Barton y nos dirigimos en coche a El Nido (5 dias, 4 noches), que no es simplemente un paraíso de Filipinas; va mucho más allá. Llegar a El Nido, en el norte de Palawan no es fácil, combinando avión y 4x4 en una carretera infame…aunque se podía haber ido desde Manila directo en una avioneta de 16 plazas, que fue justo la que tomamos al irnos.
Llegamos sobre las dos de la tarde y en la línea del horizonte marino una enorme montaña hacía presagiar que todo lo que había visto antes en fotos podría ser verdad. El entorno de El Nido es espectacular. Las rocas calizas se alzan verticalmente decenas de metros combinando perfectamente el gris con el verde vegetal. Al horizonte, un mar azul turquesa un tanto revuelto que parece terminar allí donde comienza un enorme monte. Se trataba de unos de los primeros islotes del archipiélago de Bacuit, la verdadera razón de venir hasta aquí.
Estuvimos dos noches en el Makulay Lodge (http://www.makulaylodgeelnido.com/), una especie de agroturismo –muy recomendado en foros- en lo alto de una colina por encima de las copas de los árboles, y al que se accedía subiendo 120 escalones de cemento llenos de hormigas. Espectacular por dentro y por fuera. Una casa entera solo para nosotros. Muy grande, tres alturas. Cocina propia. Terraza increíble y vistas de ensueño del archipiélago de Bacuit.
Hicimos excursiones y recorrimos todo el Nido Town, bastante vacío en este época del año, poca gente pero algo sucio y descuidado... concretamente su primera línea de mar, no es muy bonita, plagada de bancas en su orilla. Hostales, Fondas, hotelitos y pensiones, se han plantado delante del mar y le han restado espectacularidad para dejarlo en un lugar con encanto, bohemio y alternativo, con antorchas a la noche en los bares y restaurantes en la arena de la playa. Las cenas eran deliciosas, en pequeños garitos al aire libre a la luz de las velas y música chill-out, con white wine y lo que quisieras. Una gozada. Como en el resto del viaje, todo bastante barato, desde la comida hasta el alcohol.
Al ser un espacio natural protegido, la visita al archipiélago tiene que hacerse con tours (A, B, C, D) cuyos precios son de unos 20 euros. Cada uno toca varias islas diferentes y, en una de ellas, desierta, te preparan una comida a base de fruta, ensaladas y pescado reciente sacado del agua. Es el famoso concepto de "island-hopping" que ya hemos conocido en tantos países...
Sea cual sea la opción elegida, el éxito está garantizado. Al día siguiente, en una pequeña "banca", solo para nosotros, nos encaminamos hacia el archipiélago. Jamás en la vida había visto algo parecido a lo que ví en ese lugar perdido en el tiempo. Centenares de enormes rocas calizas parecen flotar en el agua más azul que pueda existir. Mires donde mires, hay montañas emergiendo de las profundidades que se combinan entre ellas para crear una especie de Bahía de Halong...
Porque en El Nido hay mucho que ver y que sentir.
Es un puzzle desbaratado de 45 islotes además de un refugio perfecto, el lugar que todos quisieran contemplar al menos una vez en la vida. Por algo, dicen, es uno de los más hermosos del planeta. Y cada una de sus islas que conforman este coqueto mini-archipiélago que conforma Palawan, custodia un lugar por explorar.
Visitamos unas cuevas de muy difícil acceso y de una belleza increíble, plasmada en las fotos que sacamos. Para descubrirlos, nada como la armoniosa y agradable cadencia de una banca, la típica embarcación pesquera filipina que, con un tronco de bambú a cada lado, estabiliza el peso del pasaje en estas tranquilas aguas del Mar de China Meridional. Algunas tienen reseñas religiosas; otras nombres de mujeres en los diferentes dialectos del país. Pero todas ellas auténticas obras artesanales…
Una visita inexcusable en este archipiélago es Snake Island, con esa espectacular y angosta playa cuya arena, cuando baja la marea, adopta la caprichosa silueta de una serpiente sinuosa. Y también en banca ¡cómo no!, o mejor en kayak, se pueden surcar las aguas de color esmeralda del Lago Grande y del Lago Pequeño que jalonan la pequeña isla de Miniloc, que fue donde pillamos el hotel (una isla, un hotel fantástico http://www.elnidoresorts.com/miniloc-island/) para 3 dias y dos noches, con un aprovechamiento total, un servicio muy top y una amabilidad infinita.
Las dos cabañas/habitaciones, comunicadas, en una, una cama de 2x2 con A/C, en la otra dos camas con A/C, super-limpias, ningún bicho en el interior (increíble!), y un buffet espectacular, nos generó una sensación de bienestar muy necesaria tras las experiencias de días anteriores en Port Barton y Busuanga. A destacar que, hasta llegar al Mini-Loc, en todos los hoteles anteriores, había cortes de luz de 6pm a 6am., algo común allí. El manager del hotel era increíble y el staff fuera de serie. Las charlas amenas con los camareros en el bar, dar de comer a peces gigantes (como pequeños tiburones) en el embarcadero,… teníamos un "personal assistant" para nosotros que nos planificaba las actividades y la amabilidad del trato rápidamente nos abrió los ojos a que estábamos en un hotel muy especial.
Completamos la gozada con un masaje diario. Es en ésta isla, y también en su hermana gemela de Lagen (donde nos llevaron un día…a desayunar!!), donde se ubica una de las más exclusivas cadenas de resorts, y donde el Departamento de Medio Ambiente de Filipinas sólo ha permitido construir pequeños y privilegiados hoteles en 4 islas.
En una de ellas, desierta, que albergaba una antigua iglesia, nos topamos con una serpiente venenosa (nos dijo el guía local algo asustado) a la que pudimos fotografiar y grabar con total tranquilidad. Se elevaba como un palo. Puff.
En fin, hicimos muchísimo snorkel, a diario y en cantidad de sitios, ciertamente superior al que hemos visto en el Norte de Bali, e incluso en Fernando de Noronha (Brasil) o Polinesia Francesa, y muy superior a todo lo que hemos visto en América del Sur y Caribe. Hablo de visibilidad total de más de 10-15 metros y todo lleno de peces de todos los colores y tamaños. Todo ello hizo que no me diera pena el no haberme sacado el PADI antes de ir. El snorkel en El Nido era de lujo. Y en la isla de Busuanga también. Son unos privilegiados.
Y, con la perspectiva de haber dejado ya aquello, ni siquiera la insistente lluvia en algunos momentos del viaje, resta el más mínimo ápice de belleza y espiritualidad a este rincón escondido en el mundo que, con franqueza, uno desearía que dentro de unos años no hubiese cambiado lo más mínimo, aunque lleve camino de irse deteriorando...
Al regreso aprovechamos la larga escala en Dubai, para salir del aeropuerto a cenar junto a la torre Burj Kalhifa, la más alta del mundo. 34 grados a las 23,30h. Ya habíamos estado en Enero cuando regresando de la India, perdimos el enlace con Madrid y tuvimos que hacer noche en Dubai. La ciudad es majestuosa, moderna a rabiar, tradicional en su gente (mucho turbante y burka). El calor, insoportable. Tuvimos que volver al aeropuerto. El mayor Duty-free del mundo ameritaba de nuevo una visita pausada.
Los cuatro vuelos con Emirates, una gozada. Comodidad, servicio y más de 1000 películas para ver en unos DVD con pantallas de 19 pulgadas. Increíble. Pagamos "solo" 585 euros ida y vuelta cada uno por los dos trayectos de avión (Madrid-Dubai, Dubai-Manila, de 7 y 8 horas cada uno), lo cual hace que este viaje, además, haya sido el más barato de cuantos hemos realizado de larga distancia, que han sido ya muchos, a pesar del desequilibrante precio de las dos noches en el Mini-Loc, que creemos absolutamente merecieron la pena.
Jacques Cousteau, aquel divulgador de los océanos, buceador nato, amante de los mares y de todo lo que en ellos habita y adalid de la causa ecologista, aseguró que esta parte del mundo, Palawan y El Nido, constituía el último refugio. "Es el lugar más excepcional de todos los que he explorado", confesó. Y no hay duda de que sus lagunas de coral, sus cuevas sinuosas de formatos imposibles y sus playas oníricas, como arrancadas de una postal retocada, contribuyeron a esta tajante afirmación.
El Nido es muy recomendable, pero a ver lo que dura...
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