Una noche en Bogotá, 3 en Providencia, 4 en San Andrés y la última en Bogotá. Las islas, a 2 horas de avión de Bogotá, las he visto muy parecidas a como las vi hacía 9 años…por suerte.
Este tercer viaje a Colombia ha resultado delicioso como esperábamos, primera Nochevieja fuera de Bilbao, ambiente atípico en casa de unos amigos, pero super-divertido, con unas 25 personas, y aguantamos bien hasta las 3am (9am en España!): había que madrugar para tomar un vuelo a San Andrés...
Un reducto paradisíaco, de 1er nivel, con un clima privilegiado rodeado de muy buen ambiente, seguridad total y mucha, mucha tranquilidad. Todo muy barato. Poco preparadas para un turismo masivo y con hoteles (y carreteras) discretos, salvo alguno de San Andrés. Allí casi no se sienten colombianos, aunque tampoco nicaragüenses pese a estar a tiro de piedra de sus costas.
Curioso: en la Nochevieja en casa de nuestros amigos colombianos ni se encendió la tele. Había llevado un Magnum de Belisario (un vinazo de mis amigos de Bodegas Tierra, en Labastida) y todos alucinaron, sobre todo algunos que no daban crédito al vino que estaban bebiendo…
No hemos parado, cada día a un sitio distinto. El viaje, con un tiempo espectacular, ha estado lleno de emociones intensas y muy gratas sensaciones, vibrante en todos sus sentidos, con anécdotas impactantes como la foto del avión partido en 3 en el aeropuerto de San Andrés o el ex-narco que conducía una de las muchas lanchas que alquilamos para visitar cayos, un faro perdido en plena línea del arrecife a 9 millas de Providencia o las salidas nocturnas.
La gastronomía deliciosa; una especie de coche de alquiler en Providencia en el que cabíamos ocho…y lo que nos mojábamos montados en él cuando le daba por jarrear 5 minutos. El idioma ayuda, el carácter afable y abierto del colombiano también pero, sobre todo, el calor que nos han transmitido nuestros amigos allí –con quienes hemos estado sin separarnos los 9 días- ha sido insuperable, con una hospitalidad, generosidad y cariño que, ay amigo!, ya no se encuentra por ningún sitio, desde luego para mí es un privilegio conocerles y siempre he dicho todo lo que tenemos que aprender de gente del otro lado del charco.
La gastronomía deliciosa; una especie de coche de alquiler en Providencia en el que cabíamos ocho…y lo que nos mojábamos montados en él cuando le daba por jarrear 5 minutos. El idioma ayuda, el carácter afable y abierto del colombiano también pero, sobre todo, el calor que nos han transmitido nuestros amigos allí –con quienes hemos estado sin separarnos los 9 días- ha sido insuperable, con una hospitalidad, generosidad y cariño que, ay amigo!, ya no se encuentra por ningún sitio, desde luego para mí es un privilegio conocerles y siempre he dicho todo lo que tenemos que aprender de gente del otro lado del charco.
Todo regado convenientemente con ron, ballenato y algo de reggae, han hecho de estas vacaciones una experiencia de verdad inolvidable en la que nos hemos sentido alejados del mundo, de verdad, algo que nos resulta muy apetecible para descansar/aventurear y es de hecho el leitmotiv que ha condicionado siempre nuestros viajes.
A diferencia de otros lugares que hemos visitado como Polinesia, Maldivas o Seychelles, éste es muy sencillo de hacer, casi igual de recomendable, es parecido y “rico” -como dicen allí- y desde luego siempre repetible sin lugar a dudas.
El pastillazo que nos tomamos tanto a la ida como a la vuelta nos hizo dormir unas 8 horas a la ida y unas 6-7 a la vuelta. La duración era de 9,5 horas. Por cierto que pudimos usar las salas VIP de los aeropuertos de Madrid y Bogotá, qué gozada, pero lo mejor: a la vuelta me hicieron un upgrade a Business que, como aplicado padre de familia que soy, compartí a tiempo parcial.
Como dicen mucho en Colombia, "esta es la vida que nos merecemos", gran frase.
Espectacular.
Espectacular.
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